Víctor viene de Mauritania y como él también sus compañeros: Narbore y Félix. Moros, fueron llamados al ejército imperial de Maximiano que los destinó a Milán. Estamos en el paso del siglo III al IV.
Sigue, sin embargo, una gran purga dentro del ejército: los cristianos no son bien vistos, y los tres son convertidos de la primera hora. Son fieles al emperador, le obedecen en su vida civil y militar, pero no quieren tener que elegir entre él y Dios.
Dios está por encima de la orden del emperador
Víctor es arrestado por su objeción de conciencia. Durante diversos días es recluído en una celda sin comer ni beber, hasta que lo llevan al hipódromo del circo – la actual Porta Ticinese – delante del propio emperador y de su consejero Anulino. Pero también delante de ellos se mantiene firme en su negativa a hacer sacrificios a los ídolos.
Llevado de nuevo a la prisión de Porta Romana, sufre terribles torturas, que el Señor le ayuda a soportar privándole del dolor. Narbore y Félix, también son encarcelados por negarse a abjurar y fueron llevados a Lodi para ser martirizados.
La corona del martirio
Un día, aprovechando la distracción de su carcelero, Víctor consigue escapar y refugiarse en un establo cerca de lo que ahora es Porta Vercellina. Pero su huida no dura mucho: una vez descubierto, es llevado por los soldados a un bosque y decapitado. Según la tradición, su cuerpo insepulto e incorrupto, vigilado por dos nobles bestias, fue recuperado por el obispo San Materno que le dio un digno entierro.
La veneración de San Víctor en Milán
Sabemos muchas cosas sobre la vida de este Santo gracias a los escritos que nos ha transmitido San Ambrosio: se comprende, por lo tanto, la gran veneración en la iglesia ambrosiana por esta figura originaria de África. Fue el Santo Obispo de Milán quien le dedicó una suntuosa tumba, incluso con mosaicos dorados, incorporada más tarde a la Basílica de San Ambrosio.
En 1576 San Carlos Borromeo hizo un solemne reconocimiento de las reliquias del Santo, hasta entonces dispersas en varias partes de la ciudad, y las reunió. Sabemos que ya desde aquel entonces era venerado como el santo patrono de los exiliados y prisioneros.
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