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San Pablo y su proyecto de viajar a España

¿Estuvo San Pablo realmente en Hispania?

Sobre este asunto tenemos una documentación histórica coetánea e inmediata perfectamente contrastada, cosa que no sucedía con los supuestos antes analizados de tradiciones y leyendas.

Sobre san Pablo e Hispania tenemos un dato muy explícito del propio Apóstol: su propósito de venir a España para predicar el Evangelio, cuando escribe en la carta a los Romanos:

«Desde Jerusalén y por todas partes hasta el Ilírico he completado el anuncio del Evangelio de Cristo; teniendo cuidado, sin embargo, de predicar el Evangelio donde aún no era conocido el nombre de Cristo, para no construir sobre cimientos puestos por otro, sino conforme está escrito: ‘Los que no tenían noticia de él lo verán; y los que nunca oyeron lo comprenderán’.

Por esto mismo muchas veces me ha sido imposible ir a visitaros. Ahora, como no tengo ya campo de acción en estas regiones y desde hace muchos años siento un gran deseo de ir donde vosotros, cuando me dirija a Hispania espero veros al pasar y –tras haber disfrutado algún tiempo de vuestra compañía– que me ayudéis a ponerme en camino»[1].

San Pablo, según Spicq[2] debió tener presente las palabras del salmo 18: «A toda la tierra alcanzó su pregón, y hasta los límites del orbe su lenguaje». Sabía igualmente que los «límites» occidentales del orbe eran las tierras hispánicas. También se ha señalado la influencia de Is 66, 19 en la decisión paulina del viaje a Hispania[3], aunque, como hemos podido observar, san Pablo cita expresamente Is 52, 15, un texto que subyace en su impulso misionero de viajar a Hispania[4].

La carta a los Romanos fue escrita, según la opinión común de los biblistas en los años 57-58. La preparación del viaje, como ha señalado A. Puig[5] se orienta hacia dos objetivos: primero, garantizar que las iglesias domésticas de Roma cooperen activamente en la misión paulina con una ayuda moral y material, y en segundo lugar, tener preparado un equipo de misioneros que acompañen a Pablo en dicho viaje. Parece que en relación con el primer punto Pablo ha obtenido la aceptación de Febe, la diaconisa de Céncreas[6], que es enviada a Roma con esa finalidad. Con respecto al segundo punto, cabe la posibilidad de pensar que el Apóstol hubiera conseguido formar un equipo de misioneros colaboradores suyos provenientes de Asia Menor y de Grecia. Según la información que nos suministra Hch 20, 3 Pablo pasa tres meses en Corinto donde escribe la carta a los Romanos, después según Hch 20, 4, acompañado de un notable equipo de colaboradores, se pone en marcha hacia Siria y Jerusalén con el fin de entregarlas la colecta que había reunido.

MARTIRES HISPANIA

Mural románico del s.XIII en la iglesia de San Fructuoso de Huesca (España). 

Cuando Pablo llega a Jerusalén es detenido y enviado a Cesarea, permaneciendo en esta situación durante dos años (57-59 ó 59-60). Este hecho trastocó los planes iniciales de su viaje a Hispania. Como sabemos por san Lucas[7], Pablo es trasladado a Roma, en calidad de prisionero, aunque «le fue permitido vivir por cuenta propia con un soldado que le custodiara»[8].

La estancia de san Pablo en Roma debió de abarcar los años 60-62 ó 63[9]. De ahí parece deducirse, aunque no en términos absolutos, que después de esos dos años quedó libre. Las condiciones de amplia libertad de acción con que se nos describe su cautiverio de Roma, como afirma Sotomayor[10], favorecen también la hipótesis de un final feliz. En consecuencia, no resultaría aventurado pensar que san Pablo al quedar libre en Roma el año 62 ó 63 pudo venir a España, como había sido su propósito cuatro años antes.

Una confirmación de haber realizado ese viaje apostólico se puede encontrar en la carta a los Corintios de san Clemente Romano, que escribe a finales del siglo I y fue el tercer sucesor de san Pedro (92-101) en la sede romana. Tiene el inestimable valor de mostrarnos el sentir reciente de la comunidad cristiana de Roma sobre la última etapa de la vida del Apóstol.

«A causa de la envidia y la rivalidad, Pablo mostró el galardón de la paciencia, al arrastrar siete veces cadenas, al ser desterrado y apedreado. Siendo heraldo en Oriente y Occidente alcanzó la ilustre gloria de su fe. Después de haber enseñado la justicia a todo el mundo, de haber ido hasta los confines de Occidente y de dar testimonio ante las autoridades, se fue así del mundo y marchó al lugar santo, convirtiéndose en el mayor ejemplo de paciencia»[11].

Una exégesis del texto realizada por el Dr. Puig[12] revela las noticias fundamentales del último periodo de su vida. Como es obvio lo que más nos interesa de su hermenéutica es la constatación su viaje «hasta los confines de Occidente» (epi to têrma tês dysêos), es decir, Hispania[13], en el contexto de un Pablo que se presenta como un «heraldo en Oriente y Occidente»[14] y como «predicador de la justicia a todo el mundo»[15]. Llama también la atención sobre la frase «al ser deterrado»[16] de Pablo, porque encaja plenamente con la ley romana, que permitía aplicar a un ciudadano romano, como Pablo, una sentencia alternativa de exilio (deportatio). Así pues, todo hace pensar que el juez imperial decidió que Pablo fuera exiliado «hasta los confines de Occidente».

Otra confirmación del viaje paulino a Hispania nos la proporciona el llamado Fragmentum Muratorianum, de finales del siglo II o principios del III[17]: «Lucas resume al óptimo Teófilo los hechos de todos los Apóstoles, porque todo sucedía en su presencia, como lo demuestra evidentemente la omisión de la pasión de Pedro y del viaje de Pablo desde la Urbe a Hispania».

El Fragmento de Muratori confirma que, a finales del siglo II, existía en la comunidad cristiana de Roma una tradición consolidada sobre el viaje de san Pablo a Hispania. Es cierto que la distancia temporal de un siglo o más, en relación con los hechos puede relativizar el valor histórico de la noticia. Pero si tenemos en cuenta el texto de la Carta a los Corintios de Clemente de Roma, el testimonio que no se puede fácilmente confundir con una fabulación[18].

Se trata, pues de dos testimonios que constituyen los más sólidos indicios para suponer que Pablo llegó efectivamente a Hispania.

A mayor abundamiento suelen incluir los autores modernos testimonios confirmatorios de Padres de la Iglesia, a partir del siglo IV: san Atanasio e su carta a Draconcio[19], san Epifanio de Salamina[20], san Cirilo de Jerusalén[21], san Juan Crisóstomo[22] y Teodoreto de Ciro[23]. También algunos[24] recurren a la literatura apócrifa como confirmadora del viaje paulino.

Quedaría incompleta esta exposición si no añadiéramos algunas reflexiones a la hipótesis de considerar a Tarragona como el punto de llegada, más apropiado, del viaje misionero de san Pablo. Tarraco tenía la ventaja añadida de poseer un puerto de mar que estaba situado a cuatro días de navegación costera desde Ostia Tiberina, como ya señalara Plinio, el Viejo[25].

Si además, tenemos presente que el Apóstol fue un misionero urbano, nacido en Tarso (capital de la provincia romana de Cilicia), y que consideraba las áreas urbanas como el ámbito natural de la misión cristiana[26], Tarraco reunía unas condiciones optimas para su actuación apostólica, tenía en aquella época una población de unos cuarenta mil habitantes, un buena situación económica (con un comercio preferentemente marítimo), y política por ser el centro de la administración romana en la Península Ibérica y estaba bien predispuesta de cara a Roma por su culto a Augusto[27].

Estatua de San Pablo en la ciudad del Vaticano

Estatua de San Pablo en la ciudad del Vaticano

Una última cuestión está relacionada con las condiciones de vida que podría desarrollar en Tarragona, como exiliado sus movimientos quedan limitados al «lugar donde había de vivir». Su gran proyecto inicial se había quedado reducido a un sombra de lo que podía haber sido, de tal manera que cuando inicia su viaje a Hispania dispone de una compañía muy reducida, además de la dificultad de la lengua, el latín que era el idioma vehicular de Tarraco[28]. Tal vez todas estas dificultades pudieran explicar la ausencia de su mínimo influjo en la fundación de iglesias en nuestra Península, como ya hiciera notar el Prof. M. C. Díaz y Díaz[29].

 Domingo Ramos-Lisson

[1] Rm 15, 19-24.

[2] C. Spicq, «San Pablo vino a España», en Cultura Bíblica 23 (1966) pp. 132-137.?

[3] Cf. A. A. Das, «Paul of Tarshish: Isaiah 66.19 and the Spanish Mission of Romans 15.24,28», en NTS 54 (2008) pp. 60-63.? El texto de Isaías es muy relevante: «Pondré en ellos una señal y enviaré los supervivientes de ellos a las naciones, a Tarsis, Put, Lud, Mésec, Ros, Tubal y Yaván, a las islas remotas, que no oyeron hablar de Mí ni vieron mi gloria». La mención expresa de Tarsis, que referenciaba a Hispania en el mundo veterotestamentario, resulta muy significativa.

[4] Cf. R. Riesner, «Romans 15 and Paul’s Project of Journey to Spain (Hispania)», en J. M. Gavaldà Ribot-A. Muñoz Melgar-A. Puig i Tàrrech, «Pau, Fructuós i el Cristianime», p. 102.

[5] A. Puig i Tàrrech, «Les probabilitats d’una missió de Pau a Tarragona», en J. M. Gavaldà Ribot-A. Muñoz Melgar-A. Puig y  Tàrrech, «Pau,Fructuós i el Criistianisme», pp. 135-139.

[6] Cf. Rm 16, 1-2.

[7] Hch 21-28.

[8] Hch 28, 16.

[9] Sobre la cronología de san Pablo se puede consultar a A. Suhl, «Paulinische Chronologie im Streit der Meinungen», en W. Haase (ed.), Aufstieg und Niedergang der römischen Welt. II: Principat, 26, 2, Berlin- New York 1995,  pp. 939-1188.

[10] M. Sotomayor, «La Iglesia en la España», p. 161.

[11] Clemente Romano, Ad Cor., V, 5-7.

[12] A. Puig i Tàrrech, «Les probabilitats d’una missio», p. 140.

[13] Esta es también la interpretación que ofrece J. J. Ayán Calvo, editor de la carta clementina: Clemente de Roma, Carta a los Corintios, Colección Fuentes Patrísticas, n º4, Madrid 1994, p. 77, nota  28.

[14] Clemente de Roma, Ad Cor., V, 6.

[15] Id. Ad Cor., V, 7.

[16] Id. Ad Cor., V, 6.

[17] Algún autor retrasa hasta el siglo IV su redacción: A. C. Sundberg, «“Canon Muratori”: a fourth-century List», en The Harvard Theological Revue 66 (1973) pp. 1-41. Una visión más completa sobre la cronología del Canon Muratori se encuentra en J. Verheideyden, «The Canon Muratori. A matter of dispute», en J. M. Auwers- H. J. De Jonge (eds.), The Biblical Canons, Leuven 2003, pp. 492-493.

[18] A. Borrell Viader, «Les tradicions sobre el viatge de Pau a Hispania en la primera carta de Climent i en el canon de Muratori», en J. M. Gavaldà Ribot-A. Muñoz Melgar-A. Puig i Tàrrech, Pau, Fructuós i el Cristianisme, p. 165.

[19] Ep. ad Dracon., 4.

[20] Panar., I, II, haer. 27.

[21] Catech., XVII, 26.

[22] Com. Hebr., praef.

[23] Com. Flp., I, 25-26.

[24] Ver C. Godoy Fernández, «Les tradicions del viatge de Sant Pau a Hispània en la literatura apócrifa», en J. Gavaldà Ribot-A. Muñoz Melgar-A. Puig i Tàrrech, Pau, Fructuós i el Cristianisme, pp. 167-180.

[25] Plinio, Hist. Nat., I, 19. Como es natural la ruta por vía terrestre era más larga, a través de la vía Claudia Augusta.

[26] Cf. W. A. Meeks, The Firts Urban Christians: The Social Wordl of the Apostle Paul, New Haven  1983, p. 21. Las comunidades paulinas florecían en las capitales de las grandes provincias orientales (Tesalónica, Corinto o Éfeso) o en ciudades más pequeñas (Filipos, Tróade, Antioquía de Pisidia, Icono, Listra).

[27] Tarraco había erigido un altar a Augusto, en vida del emperador (cf. Quintiliano, Inst., VI, 3, 77) y un grandioso templo e la época de Tiberio a «deo Augusto» ( R. Étienne, le culte impérial dans la Péninsule Ibérique d’Auguste à Dioclétien, Paris 1958, pp. 368. 417-418).

[28] Cf. A. Puig i Tàrrech, Les probabilitats d’una missio, en J. Gavaldà Ribot-A. Muñoz Melgar-A. Puig i Tàrrech, Pau, Fructuós i el Crisitianime, pp. 151-155.

[29] M. C. Díaz y Díaz, En torno a los orígenes del cristianimo hispánico, p. 430: «curiosamente, ninguna iglesia local ha conservado la menor huella de esta actividad paulina ni el recuerdo de esta evangelización, ni ha reclamado jamás este noble origen, al contrario de lo que ha sucedido con tantas otras del ámbito griego…Si en realidad vino Pablo a España, se produjo una discontinuidad entre su predicación y la vida eclesiástica posterior; sus fundaciones, si las llegó haber, no pervivieron; ninguna iglesia podría con derecho llamarse paulina , porque sus orígenes no presentan continuidad con las comunidades posteriores».

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