En 1917, en una pequeña localidad de Portugal desaparecida de todos los mapas, sucedieron unos acontecimientos que marcarían el futuro del mundo
Los protagonistas
Lucia Dos Santos nació el 22 de marzo de 1907 en el seno de una humilde familia de pastores de Aljustrel, una pequeña localidad a 160 kilómetros de Lisboa. Hija de António dos Santos y María Rosa Ferreira, Lucia era la pequeña de siete hermanos.
A los seis años, el día que hizo la primera comunión, recibió una caricia de la Virgen. Durante la ceremonia, nada más recibir el sacramento, se dirigió a una capilla lateral de la iglesia, y desde allí pudo ver cómo la imagen de la Señora le dirigía una sonrisa.
A menos de cincuenta metros de la familia Dos Santos, vivían sus primos, los Marto. El 11 de junio de 1908 nacía allí Francisco, un muchacho tímido y reservado que desde pequeño adquirió gran devoción por la Eucaristía.
Dos años más tarde, nacía la pequeña de la familia, Jacinta, una niña alegre y jovial que con gran vivacidad cumplía sus labores de pastorcilla.
Los tres primos, de edades similares y gran afinidad entre ellos, se encargaban de cuidar el rebaño. De esta manera, a primera hora de la mañana se reunían y juntos marchaban a cuidar las ovejas, mientras cantaban, bailaban y se divertían.
Ajenos a los acontecimientos convulsos que desestabilizaban el continente europeo, los pastorcillos pasaban su infancia feliz, cumpliendo con sus labores campestres. Nunca se hubieran imaginado el papel decisivo que iban a ocupar en la historia del siglo XX.
Los acontecimientos
Los hechos sobrenaturales iniciaron poco antes de 1917. Como narra Lucia en sus memorias, en la primavera de 1916, mientras los tres niños cuidaban el rebaño en Loca do Cabeço, vieron a cierta distancia “una luz más blanca que la nieve, distinguiéndose la forma de un joven trasparente y más brillante que el cristal traspasado por los rayos del sol.” Aquél joven se presentó como el Ángel de la paz, y arrodillado en tierra inclinó la frente hasta el suelo e invitó a los pastorcillos a rezar con él: “Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman” Después de repetir esto tres veces se levantó y dijo: “Orad así. Los Corazones de Jesús y María están atentos a la voz de vuestras suplicas” Y desapareció…
A mediados de verano, la aparición se repitió, y una vez más el Ángel de Portugal instó a los jóvenes a que rezaran y ofrecieran sacrificios.
Por último, a finales de septiembre del mismo año, el Ángel hizo su última aparición mientras los pastorcillos rezaban el rosario. En sus manos sujetaba un Cáliz, que quedó suspendido en el aire mientras se arrodillaba a rezar. Después se levantó y dio la comunión a los niños. Jacinta y Francisco era la primera vez que la recibían.
Estos acontecimientos quedaron grabados en el corazón de los tres jóvenes y les causaron una gran impresión, pero no sintieron la necesidad de comunicar a nadie lo que les había sucedido.
De esta manera, pasaron los meses mientras la vida transcurría con normalidad en Aljustrel. Todo cambió el 13 de mayo de 1917.
Los pastorcillos habían salido, como de costumbre, a pastorear el rebaño familiar. Hacia el mediodía, escucharon un fuerte relámpago. Atemorizados ante la proximidad de una posible tormenta, emprendieron el regreso a casa. De repente, a pocos pasos de ellos, sobre una encina, contemplaron a una señora hermosísima, todo luz, más resplandeciente que el sol. Empezaron una conversación. Ella indició que venía del Cielo y pidió a los niños que fueran a aquel lugar el día trece de cada mes. Les prometió que irían al Cielo si rezaban el rosario todos los días para alcanzar la paz en el mundo. Y después, desapareció.
A pesar de la resistencia de sus padres, asustados por los acontecimientos narrados por sus hijos, Lucia, Francisco y Jacinta volvieron al lugar un mes más tarde, el 13 de junio, tal como les había indicado la Señora. Ella apareció a la hora. Los tres podían verla, sin embargo, Francisco no era capaz de oír sus palabras. En esa aparición la Virgen anunció que los dos hermanos pronto serían llevados al Cielo y les dio la misión de establecer en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado. Después, abrió las manos y les mostró un corazón rodeado de espinas que lo punzaban por todas partes. Y poco a poco empezó a alejarse.
Mientras tanto, en Aljustrel se había corrido el rumor de que los pequeños estaban viendo a la Virgen, de modo que se causó gran revuelo. El párroco no consideraba aquello algo divino, por el contrario, temía que fuera una visión diabólica. Esto atemorizó a Lucia, por lo que el 13 de julio ella había perdido el interés por ir a encontrarse con la Señora. Sin embargo, persuadida por sus primos, terminó dirigiéndose a Cova de Iria. Esta vez, iban acompañados de cerca de dos mil curiosos.
La Virgen volvió a aparecer y les pidió que no dejaran de rezar el rosario, con la intención de que la guerra terminara. Lucia, muy turbada por las contradicciones, pidió a la Señora un signo para que su familia creyera, a lo que Ella prometió hacer un gran milagro en octubre.
El 13 de agosto los niños no pudieron cumplir su cita, pues el alcalde del pueblo los retuvo en el calabozo, con el fin de lograr que dejaran de mentir a todo el pueblo. No obstante, nada consiguió, ni con amenazas de muerte, ya que los niños estaban dispuestos a dar la vida por cumplir con su promesa. No tenían miedo, pues la Virgen les había prometido el Cielo.
La aparición de agosto tuvo lugar el día 19. Sin que ellos se lo esperasen, la Señora apareció y pidió a los niños oraciones y sacrificios por los pecadores.
La valentía de los niños frente al alcalde provocó que muchos de los ciudadanos de la zona creyeran en las palabras de los pastorcillos, de modo que para la aparición de septiembre un gran número de gente se congregó en el lugar. Ellos no podían ver nada, pero en el momento en que llegó la Virgen notaron una extraña presencia. La Señora volvió con su súplica acostumbrada, recordó que un mes más tarde tendría lugar un gran milagro y se alejó, mientras del cielo llovían como flores blancas o copos de nieve que desaparecían antes de llegar al suelo.
El milagro solar
El 13 de octubre, miles de personas se había congregado en el lugar. Amaneció lluvioso y frío, de modo que Cova di Iría se había convertido en un gran charco de barro. Al mediodía Lucia anunció la llegada de la Virgen. Se hizo un gran silencio y la Señora habló:
“Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honor, que soy Nuestra Señora del Rosario, que continuéis rezando el Rosario todos los días, la guerra va a terminar y los soldados volverán pronto a sus casas.”
Después de estas palabras, se elevó y desapareció. La lluvia cesó inmediatamente y las nubes se abrieron. Apareció el sol como una luna de plata y empezó a girar vertiginosamente sobre sí mismo, lanzando en todas las direcciones rayos de luz amarillos, verdes, rojos, azules… que coloreaban el cielo, los árboles y a la incontable muchedumbre.
De repente, dio la sensación de que el sol se caía. La gente comenzó a gritar y a arrodillarse atemorizada, rezando en voz alta. A los diez minutos, la esfera cesó y todo volvió a la normalidad. Los vestidos y la tierra, empapados por la intensa lluvia, quedaron completamente secos. Cerca de 70.000 personas fueron testigos de los sucesos.
Después de las apariciones
Después de los acontecimientos sobrenaturales, la vida volvió a la normalidad en la localidad. En el lugar indicado, pronto se levantó una Capelinha en honor a la Virgen del Rosario, tal como había pedido la Señora en la última aparición.
En diciembre de 1918 Francisco cayó enfermo, víctima de una neumonía. Falleció el 4 de abril del año siguiente, tras una dolorosa enfermedad que ofrecía por la conversión de los pecadores. Jacinta murió el 20 de febrero de 1920. Días antes había sido trasladada a Lisboa. Su mayor miedo era morir sola. Sin embargo, estando en cama, la Virgen fue a visitarla y le prometió que bajaría a buscarla cuando llegara su hora.
Lucia, inició el Noviciado como Carmelita en 1925. Gracias a ella conocemos con detalle los hechos sucedidos en 1917, pues gracias a su gran memoria pudo relatar todo lo ocurrido. Falleció el 13 de febrero de 2005 con fama de santidad. A lo largo de toda su vida siguió recibiendo apariciones de la Virgen.
Francisco y Jacinta fueron beatificados el 13 de mayo del 2000 por San Juan Pablo II; y en el centenario de la primera aparición de la Virgen, el Papa Francisco los proclamó santos en el lugar donde se llevaron a cabo los sucesos.
Los secretos de Fátima
En la aparición del 13 de julio, la Virgen reveló a los pastorcillos tres secretos con expresa prohibición de revelarlo a nadie. En 1941, Sor Lucia los puso por escrito y se los entregó al Papa para favorecer el proceso de canonización de sus primos.
El primer secreto era una visión del infierno. Sor Lucia lo narra en sus memorias:
Vimos como un mar de fuego y en él sumergidos los demonios y las almas, como brasas transparentes y negras o broncíneas, con forma humana, que fluctuaban en el incendio, levantadas por las llamas que de ellas mismas salían juntamente con nubes de humo, cayendo en toda dirección, así como el caer de las centellas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación, que horrorizaban y hacían estremecer de espanto. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en ascua. Esta visión duró un momento; y debemos agradecer a Nuestra Madre celestial el habernos prevenido antes con la promesa de llevarnos al Cielo; de otra suerte, así lo creo, habríamos muerto de terror y espanto.
La segunda se refiere a la devoción del Inmaculado Corazón de María. La vidente continúa:
Asustados y como para pedir socorro, levantamos la vista hacia Nuestra Señora, la cual nos dijo bondadosa y tristemente: “Habéis visto el infierno, a donde van a parar las almas de los pobres pecadores. Para sacarlas Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado. Si se hiciere lo que os diré, muchas almas se salvarán y vendrán en la paz. La guerra está para terminar; pero si no dejaren de ofender a Dios, en el reinado de Pio XI empezará otra peor. Cuando vieres una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal, que os da Dios, de que va a castigar al mundo por sus crímenes. Mediante la guerra, el hambre y las persecuciones contra la Iglesia y contra el Padre Santo.
Para impedir esto vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la Comunión reparadora en los primeros sábados.
Si atendieren a mi súplica, Rusia se convertirá y habrá paz. Si no, difundirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones contra la Iglesia; los buenos serán martirizados, el Padre Santo tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas… El Padre Santo me consagrará Rusia, la cual se convertirá. Y se concederá al mundo un periodo de paz.
El texto del tercer secreto debía conocerse, según la voluntad de sor Lucia, en 1960. Sin embargo, Juan XXIII no quiso revelar el misterio. Fue san Juan Pablo II el que lo hizo, el 26 de junio del año 2000, un mes más tarde de la beatificación de Jacinta y Francisco.
Vimos en una luz inmensa, que es Dios, algo semejante a como se ven las personas en el espejo, cuando delante pasó un obispo vestido de blanco. Tuvimos el presentimiento de que era el Santo Padre. Vimos varios otros obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una escabrosa montaña, encima de la cual estaba una gran cruz, de tronco tosco, como si fuera de alcornoque como la corteza. El Santo Padre, antes de llegar allí, atravesó una gran ciudad, media en ruinas y medio trémulo, con andar vacilante, apesadumbrado de dolor y pena. Iba orando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino.
Llegando a la cima del monte, postrado, de rodillas a los pies de la cruz, fue muerto por un grupo de soldados que le disparaban varios tiros y flechas, y así mismo fueron muriendo unos tras otros los obispos, los sacerdotes, religiosos, religiosas y varias personas seglares.
Caballeros y señoras de varias clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la cruz estaban dos ángeles. Cada uno con una jarra de cristal en las manos, recogiendo en ellos la sangre de los mártires y con ellos irrigando a las almas que se aproximaban a Dios”.
Se han dado muchas interpretaciones del significado del enigmático texto del tercer secreto. Muchos lo relacionan con el atentado que sufrió san Juan Pablo II el 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro.
En 1980, en un momento en el que el mundo estaba divido por el telón de acero, Juan Pablo II, preguntado por el tema dijo que sus antecesores no habían revelado el secreto “por no alentar el poder del mundo comunista a hacer movimientos”. Del mismo modo, criticó a los que desearon conocer el misterio únicamente por curiosidad y sensacionalismo. Y tomando un rosario, concluyó: “Aquí está el remedio contra este mal. Rece, rece y no pida nada más”.
En 1984, el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el carden Joseph Ratzinger, futuro Benedicto XVI, dijo que el tercer milagro podía referirse a “los peligros que amenazan la fe y la vida del cristiano, y por lo tanto del mundo”.
Años más tarde, ya siendo Papa, volvió a referirse al secreto el 11 de mayo de 2010, durante la rueda de prensa llevado a cabo en el avión que le llevaba a realizar su primera visita pastoral a Fátima, con motivo del décimo aniversario de la beatificación de Francisco y Jacinta. Dijo al respecto “que los sufrimientos actuales de la Iglesia por los abusos sexuales contra niños cometidos por sacerdotes forman parte de los que anunció el Tercer secreto de Fátima”.
El mensaje
Una parte fundamental del misterio de Fátima, tal como se ha visto en las sucesivas apariciones de la Virgen, es la necesidad de Consagrar el Mundo al Inmaculado Corazón de María, haciendo una mención especial a Rusia, que en aquel momento era sacudida por el comunismo.
En 1929 la Virgen se apareció ante sor Lucia y le comunicó que había llegado el momento de realizar la Consagración. Así se lo hizo saber al Papa Pío XI. Sin embargo, no se llegó a realizar. La religiosa escribió que, si se hubiera hecho en el momento en el que fue mandado, tal vez se hubiera evitado la dominación comunista.
La primera consagración se hizo en 1931 por el Episcopado portugués. Esto supuso un renacimiento católico en el país. No obstante, Lucia anunció que con el aquel acto no se cumplía el deseo de la Virgen, pues debía ser el Santo Padre quien consagrara el mundo al Corazón Inmaculado de María.
San Juan Pablo II viajó a Fátima en 1982, y allí hizo una primera consagración. Pero la vidente le comunicó que debía hacerse en Roma. Además, si no se hacía pronto, se corría el riesgo de entrar en una tercera guerra mundial. En aquél entonces, el riesgo era inminente, pues el conflicto entre Estados Unidos y Rusia estaba en un momento álgido.
El 25 de marzo de 1984, Fiesta de la Anunciación, Juan Pablo II consagra una vez más el mundo, incluido Rusia, al Inmaculado Corazón de María, en unión espiritual con todos los obispos del mundo. Más tarde Lucia hizo llegar al Papa la noticia de que la Virgen le había revelado que aquella era la definitiva y satisfacía su deseo, de modo que se evitaría el surgimiento de una nueva guerra.
Fátima, hoy
Hoy en día Fátima es un lugar de peregrinación que recibe al año miles de visitas. Personas de todo el mundo viajan a Portugal para rezar en el lugar donde se apareció la Virgen. A pocos metros de la Capelinha, donde se encuentra la imagen de la Virgen del Rosario, se construyó la basílica donde reposan los cuerpos de los santos pastorcillos y de sor Lucia.
Muchos milagros han sido aprobados por intercesión de la Virgen de Fátima y de los jóvenes pastorcillos.
San Pablo VI fue el primer pontífice en visitar el Santuario, el 13 de mayo de 1967, con motivo del cincuenta aniversario de las apariciones. Allí pudo reunirse con Lucia y celebrar una misa multitudinaria, donde invocó a la Reina de la Paz para pedir por la unidad de la Iglesia y por los frutos del Concilio Vaticano II.
Juan Pablo II viajó a Fátima en tres ocasiones. La primera, en 1982, un año después del atentado que casi termina con su vida. Allí agradeció a la Virgen su protección. Volvió en 1991, y su última visita fue en el año 2000, con la salud bastante empeorada, para beatificar a Jacinta y Francisco.
Benedicto XVI visitó el lugar en el año 2010, en el décimo aniversario de la beatificación. Por último, el Papa Francisco celebró la canonización de los dos pastorcillos el 13 de mayo de 2017, centenario de la primera aparición, ante una explanada abarrotada de fieles.
Nacho Laguía
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