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San Patricio – Su odisea contra los druidas: secuestros, insultos y persecuciones

Se pensaba que el día del patrón de los irlandeses comenzó a celebrarse en Estados Unidos en 1737, pero el año pasado se descubrió que la primera fiesta tuvo lugar en 1600, en la entonces ciudad española de San Agustín

Pensábamos que el día de San Patricio comenzó a celebrarse en Estados Unidos en 1737. En concreto, en Boston, todavía bajo el mandato de España. Y que el primer desfile tuvo lugar en Nueva York en 1762. Pero el historiador de la Universidad del Sur de Florida en Saint Petersburg (USFSP), Michael Francis, descubrió el año pasado que la primera fiesta en honor al patrón de los irlandeses tuvo lugar a principios del siglo XVII en San Agustín, entonces la capital de la Florida, más de un siglo antes de que se le rindiera tributo en esas otras ciudades.

El hallazgo se produjo buceando en el inventario de gastos de la Real Hacienda depositado en el Archivo General de Indias, en Sevilla. Francis revisaba las listas de desembolsos destinados a municiones y encontró algunas partidas de pólvora destinadas a las fiestas religiosas de la ciudad. En los gastos de 1600 había una referencia a una fiesta local en honor a San Patricio. Y al año siguiente, en el día 17 de marzo, otra que aludía a una procesión por las calles de San Agustín para celebrar la fiesta del mismo santo. Ni siquiera se había establecido aún su primer poblado británico permanente en el continente americano, que sería Jamestown, en la actual Virginia, en 1607.

Son, por lo tanto, más de cuatro siglos honrando al patrón de los irlandeses el 17 de marzo, con tradiciones que se han extendido a otras muchas partes del mundo. Pero, ¿sabemos realmente quién fue San Patricio? ¿Qué hizo en vida para que aún hoy mucha gente se vista de verde, celebre desfiles, coma sopa de patata e, incluso, beba cerveza teñida del mismo color? La explicación resumida es que fue un misionero cristiano que ayudó a Irlanda a convertirse al catolicismo en el siglo V, pero si escarbamos en su biografía hay episodios de lo más sorprendentes.

El nombre original de San Patricio es realmente Maewyn Succat. Nació alrededor del año 387 en Bennhaven Taberniae, en la actual Escocia. Era hijo de un oficial romano cristiano que trajo al mundo al futuro patrón de los irlandeses siete años después de que Teodosio el Grande declarara su credo, con el Edicto de Tesalónica, la religión oficial del Estado. Con la libertad de culto establecida por Constantino más de siete décadas atrás, su infancia no fue muy difícil. La pasó, según aseguran algunos historiadores antiguos, trabajando el campo y aspirando al mundo de las letras. Poco más se sabe de este periodo, que se encuentra entre la realidad y la leyenda, y en el que algunos han llegado a incluir algunos milagros.

El secuestro

Apenas inaugurada la adolescencia, sin embargo, todo se torció para el joven Maewyn. Al cumpli los 16 años, Patricio fue secuestrado por un grupo de piratas escotos y vendido como esclavo. Su casa familiar fue destruida y él llevado a tierras de la actual Irlanda para trabajar como esclavo en el pastoreo de animales. Allí pasó seis años, privado de libertad, aprendiendo el idioma celta y sus costumbres. En «Confesiones», una de las dos únicas obras que se conocen de San Patricio –junto a «Carta a Carotico»–, el protagonista cuenta cómo su «espíritu hervía» y «crecía en la fe» durante el cautiverio, que pasó rezando sin parar para que Dios le dijese qué podía hacer.

Un detalle que se recoge también en «Flos Sanctorum», la colección hagiográfica de las vidas de los santos que Jacobo de Vorágine escribió en el siglo XIII, muy importante en la iconografía del Arte cristiano: «Cien veces al día, y otras tantas de noche –podía leerse en esta obra–, se hincaba de rodillas a hacer oración. Su sustento eran las hierbas del campo y otros manjares groseros, creciendo siempre en espíritu».

Maewyn consiguió finalmente escapar. Según cuenta la leyenda, un sueño le había anunciado que su libertad llegaría pronto y que un barco le estaba esperando en la costa, por lo que huyó y caminó trescientos kilómetros hasta que lo encontró. Los relatos a partir de aquí son de lo más variados. Algunos autores a lo largo de la historia cuentan que regresó a su tierra natal. Otros que se marchó a Francia, donde fue acogido por el obispo de San Germán y se hizo sacerdote para volcarse en la vida monástica. Algunos cuentan que, incluso, llegó hasta Roma y conoció al Papa Celestino I, que le nombró obispo para que regresara a las tierras de irlanda, las mismas donde había permanecido secuestrado, con el objetivo de difundir la religión católica. «Dios me había conquistado y reinaba en mí», dejó escrito sobre esta decisión tomada con veintipocos años.

«Insultos»

La Irlanda que se encontró San Patricio estaba dividida en numerosos clanes sometidos a la poderosa autoridad de los druidas. Se habla incluso de la posible existencia de facciones rivales dentro de la misma clase druídica, considerados una especie de sacerdotes paganos de aquellos últimos años de la Edad Antigua irlandesa. Según algunas versiones, el patrón de los irlandeses tenía en su contra a los druidas y reyes. Según contaba en «Confesiones» –que fue escrito para responder a las acusaciones que le hicieron otros obispos por corrupción y por enriquecerse a costa de los conversos–, tuvo que «soportar una gran cantidad de insultos por parte de los incrédulos». «Me hacían continuos reproches y aun desataban persecuciones contra mí», añadía.

Algunas versiones dicen que habría aprovechado esa rivalidad acercándose a una de esas facciones, los filidh, enfrentados a los druidas, para convertirlos en la nueva élite intelectual de la nueva religión. Consiguió bautizarlos para que le ayudaran a continuar su obra mientras él combatía las prácticas mágicas atribuidas a los enemigos de estos. Parece ser que consiguió conquistar a los irlandeses a base de afecto y respeto hacia su costumbres, predicando con un lenguaje sencillo, ya que no sabían latín, y usando el trébol para explicar lo que era la Santísima Trinidad: el Dios en el que creen los cristianos formado por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esa es la razón de que esta planta se convirtió en el símbolo de Irlanda.

Con la confianza ya ganada y adaptado a las condiciones del lugar, formó después un clero local y varias comunidades cristianas a las que asistió durante las tres siguientes décadas. Se cree que durante este tiempo hizo un viaje a Roma para explicarle al Papa cómo iba su labor evangelizadora en la tierra de los druidas. Y que pasó temporadas largas en una pequeña isla donde había una cueva a través de la cual se dice que Dios le concedió la gracia de ver el purgatorio y los castigos que allí sufrían las almas penitentes. Una isla que, durante siglos, ha permanecido como lugar de peregrinaje.

Llegó al final de su vida culminado con éxito su labor pastoral: ordenó sacerdotes, nombró obispos, construyó iglesias y abadías e hizo que el número de conversos y sacerdotes cristianos aumentara enormemente. Nunca más abandonó aquellas tierras, en las que murió de viejo un 17 de marzo, día del patrón San Patricio. Fue enterrado en Saúl (Strangford Lough), en el mismo lugar donde había construido su primera iglesia. El año comúnmente más aceptado es el 461, a los 74 años. Medio siglo después de escapar de su amo, tras aquel sueño que le anunció que su libertad llegaría pronto escapar. «San Patricio devolvió a los irlandeses el duro trato que había recibido de ellos de una forma digna de un santo: convirtiéndoles al cristianismo. Cuando murió, en el 460, toda Irlanda era ya cristiana», asegura Louis De Wohl en « Fundada sobre roca: Historia breve de la Iglesia», el libro que escribió por un encargo del Papa Pío XII.

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