Nació en Inglaterra hacia el año 385. Su madre era familiar de San Martín de Tours y su padre era oficial del ejército romano. Ambos eran buenos cristianos. Fue llevado cautivo muy joven a Irlanda. Una vez liberado, fue ordenado sacerdote y obispo, y dedicó el resto de su vida a la evangelización y organización eclesiástica de su nueva patria, de la que es patrono.
Apóstol de Irlanda (año 461)
A los 16 años fue atacado por unos piratas que se lo llevaron prisionero y lo vendieron como esclavo en Irlanda, a Milcho, un jefe del norte de la isla. Allí estuvo seis años cuidando ovejas. Y la Divina Providencia aprovechó este tiempo para espiritualizarlo y prepararlo para sus futuros apostolados, pues en aquellas soledades dedicaba mucho tiempo a la oración y a la meditación. Él dice en su libro llamado “Confesiones” que rezaba más de cien pequeñas oraciones diarias y que hacía más de cien veces la señal de la cruz cada día.
Después de haber rezado mucho a Dios para que le iluminara lo que debía hacer, una noche soñó que una voz le mandaba salir huyendo y llegar hasta el mar, donde un barco lo iba a recibir. Huyendo, caminó varios kilómetros a pie hasta llegar al mar.
Y allí encontró el barco, pero el capitán se negaba a transportarlo. Entonces se dedicó a orar con fervor y Dios cambió la voluntad del capitán, el cual aceptó llevarlo hasta Francia.
Al llegar a aquel país desembarcaron en una región deshabitada y después de caminar por varias horas, ya se sentían desfallecer de hambre y el capitán le dijo: “Tú que crees en Cristo, rézale a Él para que nos envíe algún alimento y no nos muramos de hambre”. San Patricio se puso a rezar y poco después apareció por allí una manada de cerdos salvajes, y aquellos hombres cazaron y comieron en abundancia y dieron gracias a Dios, que había escuchado la oración de su siervo.
En Francia se hizo monje bajo la dirección de San Germán, el cual lo hizo instruirse en Sagradas Escrituras y dedicarse por largos tiempos a la oración y a la meditación. A veces en sueños le parecía oír voces de gente de Irlanda que le decía: “Ven a salvarnos”. Se dedicó muchas horas a rezar, a leer y a meditar, preparándose para ser misionero.
Se fue a Roma a perfeccionar sus estudios y recibió la ordenación sacerdotal. Entonces el Papa Celestino le ordenó que se hiciera consagrar obispo para enviarlo de misionero a Irlanda. Lo consagró San Máximo, obispo de Turín, y enviado por el Sumo Pontífice se fue a Irlanda a misionar.
Al llegar a Irlanda, un jefe de tribus paganas se le acercó para darle un golpe y herirlo con una espada. El santo le hizo la señal de la cruz y la mano le quedó paralizada al atacante. Aquel jefe se convirtió después al catolicismo con muchos de sus súbditos. Al leer las crónicas antiguas se queda uno admirado con tantos prodigios y milagros con los que Dios favoreció a San Patricio.
Los sacerdotes de los paganos se le opusieron y un Sábado Santo, cuando nuestro santo encendió el fuego pascual, se lanzaron con toda su furia a apagarlo, pero por más que bregaron no lo lograron. Entonces uno de ellos exclamó: “El fuego de la religión que Patricio ha encendido, se extenderá por toda la isla”. Y se alejaron. Aquella frase se ha cumplido: la religión católica se extendió de tal manera por toda Irlanda, que aún hoy sigue siendo un país totalmente católico, iluminado por la luz de la religión de Cristo.
Una docena de veces fue hecho prisionero por los partidarios de las religiones paganas. Más de cinco veces trataron de asesinarlo. En sus Confesiones dejó escrito: “Cada día vivo con peligro de ser secuestrado, de ser atacado a muerte, o de ser robado. Pero confío en la misericordia de Dios y cumplo lo que dice el Salmo 55: “Coloca tus preocupaciones en manos de Dios. Que el cuidará de ti”.
Los herejes pelagianos que andaban diciendo que para ser santo bastaba con proponérselo, encontraron en Patricio un gran adversario, porque él vivía predicando que solamente seremos buenos si Dios nos concede la gracia de serlo. Porque por nuestras solas fuerzas no somos capaces sino de ser pecadores y malos. El repetía que si Dios no nos da sus ayudas muy especiales, no lograremos ser buenos y santos. Los pelagianos trataron muchas veces de asesinarlo, pero se notaba que había una intervención milagrosa de Dios que lo libraba de la muerte todas las veces que los enemigos de la religión trataban de quitarle la vida.
Patricio empleó unas técnicas muy especiales que le produjeron grandes éxitos en la evangelización. La primera fue: ganarse la simpatía de los jefes. La isla estaba habitada por diversas tribus. Y al jefe de cada tribu se esmeró nuestro santo por ganárselo. Si el jefe se convertía a nuestra religión, se convertían también muchos de sus súbditos. Si no se convertía pero aceptaba ser amigo, ya se había ganado un gran terreno con eso, y por lo general sus hijas u otros familiares se convertían y ya quedaba el campo abierto para seguir evangelizando.
La hoja de trébol símbolo de Irlanda
Otra de sus técnicas para evangelizar era emplear un lenguaje muy sencillo y un modo de hablar muy proporcionado a las gentes que lo escuchaban. Así por ejemplo, al hablarles de la Sma. Trinidad les presentaba la hoja del trébol, y les decía que así como esas tres hojitas forman una sola verdadera hoja, así las tres divinas personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, forman un solo Dios verdadero. El pueblo, lo que desea es entender, y al misionero Patricio todos le entendían. Por eso lo escuchaban con gusto.
Recorrió la isla durante treinta años enseñando religión, consagrando obispos y sacerdotes y fundando monasterios. Y tuvo la feliz idea de que el obispo de cada región fuera al mismo tiempo el Abad o superior del monasterio más importante de aquel sitio. Así cada obispo era un fervoroso religioso y tenía la ayuda de sus monjes para enseñar la religión al pueblo. Las vocaciones que consiguió para el sacerdocio y la vida religiosa fueron muchísimas.
Sus temas favoritos y preferidos al predicar eran las cualidades que Dios tiene (poder, sabiduría, bondad, misericordia, justicia, santidad, etc.) La redención que obró Jesucristo y sus consecuencias. La necesidad que tenemos de convertirnos y de hacer penitencia por nuestros pecados, y lo muy importante que es llenar nuestro día de pequeñas oraciones. Recomendaba muchísimo la señal de la cruz.
Logró reformar las leyes civiles de Irlanda, dejándoles todo lo bueno que tenían (que era mucho) pero añadiéndoles los principios cristianos, en vez de las enseñanzas paganas que antes las afeaban. Así consiguió que en el país toda la legislación fuera hecha de acuerdo con los principios católicos, lo cual ha contribuido a que esa nación se haya conservado firme en la fe por más de 15 siglos, a pesar de las tantas persecuciones.
Dicen sus biógrafos que Patricio era un hombre muy sencillo, con un gran espíritu de humildad. Un trabajador incansable y en su esfuerzo por extender la religión dicen que solamente se le puede comparar con los doce apóstoles o con los profetas del Antiguo Testamento. Cuando no estaba dedicado a predicar o a enseñar catecismo o a visitar enfermos, se dedicaba a la oración y a la meditación. Su modo de tratar a la gente era extraordinariamente amable y bondadoso, y tenía una capacidad excepcional para perdonar a los que lo ofendían. Pero con los enemigos de la religión sí era fuerte e inexorable, y no les permitía difundir sus errores por los sitios donde el predicaba. Dicen que esa fortaleza para no permitir a los enemigos del catolicismo que propagaran por allí sus herejías, ha sido una de las razones para que Irlanda se haya conservado tan católica.
San Patricio murió el 17 de Mar
zo del año 461. Que el nos obtenga de Dios la gracia de ser buenos católicos hasta el último momento de nuestra existencia en la tierra.
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