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San Afraates, el Sabio – 29 de enero

Es el Padre más antiguo de la Iglesia siria. Conocido también con el sobrenombre de «Sabio», uno de los personajes más importantes y, al mismo tiempo, más enigmáticos del cristianismo siríaco del siglo IV. Vivió entre los años (280-345) .

Originario de la región de Nínive-Mosul, hoy Irak. Tenemos pocas noticias sobre su vida; de todos modos, mantuvo relaciones estrechas con los ambientes ascético-monásticos de la Iglesia siríaca. Según algunas fuentes, dirigió incluso un monasterio y, por último, fue consagrado obispo. Escribió veintitrés discursos conocidos con el nombre de «Exposiciones» o «Demostraciones».

Era originario de una comunidad eclesial que se encontraba en la frontera entre el judaísmo y el cristianismo. Por eso, mantenía una relación estrecha con el mundo judío y con sus libros sagrados. Se definía significativamente a sí mismo como «discípulo de la Sagrada Escritura». («Exposición» 22, 26).

Intervención de Benedicto XVI en la que presentó la figura de afraates

La oración es llevar a Cristo en el corazón, explica el Papa

CIUDAD DEL VATICANO, 21 NOV 2007

La oración, para el cristiano, es llevar a Jesús en el corazón, considera Benedicto XVI.

Es la conclusión a la que llegó durante la audiencia general en la que presentó las enseñanzas del obispo Afraates el Sabio», quien vivió en el actual Irak, al que definió como «uno de los personajes más importantes y, al mismo tiempo, más enigmáticos del cristianismo siríaco del siglo IV».

«Según este antiguo “Sabio”, la oración se realiza cuando Cristo habita en el corazón del cristiano, y lo invita a un compromiso coherente de caridad con el prójimo», explicó el Santo Padre a los más de 15 mil peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.

Mosul

Citando al obispo iraquí, el Papa explicó que la oración «es aceptada cuando consuela al prójimo. La oración es escuchada cuando en ella se encuentra también el perdón de las ofensas. La oración es fuerte cuando rebosa de la fuerza de Dios».«Con estas palabras, Afraates nos invita a una oración que se convierte en vida cristiana, en vida realizada, en vida impregnada de fe, de apertura a Dios y, así, de amor al prójimo», explicó el Santo Padre.

Fiel a la tradición siríaca, el sabio obispo presentó la salvación realizada por Cristo «como una curación y, por consiguiente, a Cristo mismo como médico».

«En cambio, considera el pecado como una herida, que sólo la penitencia puede sanar».

«Un hombre que ha sido herido en batalla –decía Afraates–, no se avergüenza de ponerse en las manos de un médico sabio». Y añadía: «del mismo modo, quien ha sido herido por Satanás no debe avergonzarse de reconocer su culpa y alejarse de ella, pidiendo el remedio de la penitencia».

Para el Papa al igual que para Afraates, Cristo es el «maestro de oración».

Otro aspecto importante en Afraates es el ayuno, que interpretaba en sentido amplio. Hablaba del ayuno del alimento como una práctica necesaria para ser caritativo, del ayuno constituido por la continencia con vistas a la santidad, del ayuno de las palabras vanas o detestables, del ayuno de la cólera, del ayuno de la propiedad de los bienes con vistas al ministerio, y del ayuno del sueño para dedicarse a la oración.

La humildad -observó Afraates- no es un valor negativo: «Si la raíz del hombre está plantada en la tierra, sus frutos suben ante el Señor de la grandeza» («Exposición» 9, 14). Siendo humilde, incluso en la realidad terrena en la que vive, el cristiano puede entrar en relación con el Señor: «El humilde es humilde, pero su corazón se eleva a alturas excelsas. Los ojos de su rostro observan la tierra y los ojos de su mente la altura excelsa» («Exposición» 9, 2).

(ZENIT.org).-

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