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San Fermín, obispo y mártir – 7 de Julio

En la Antigüedad Tardía el culto a los santos y reliquias se convirtió en un elemento clave de la identidad occidental. Los santos eran invisibles compañeros (oartosphilos), los amigos íntimos (gnesios philos). A ellos se encomendaba el pueblo cristiano en busca de la salud perdida, justicia mancillada, contratiempos…

El culto a los santos fue el motor que favoreció el desarrollo de la fe. Y configuró una sociedad nueva. Aquellos cristianos tuvieron un interés tenaz por crear lugares pulcros y privados de culto, donde poder hallarse ante la presencia compasiva de otro ser humano.

En la Antigüedad Tardía el obispo se convirtió en “defensor civitatis”, “servator fidei” , “patriaeque semper amator”, haciendo el bien, generando buenas obras. En los cánones de San Atanasio se lee: “El obispo que ama a los pobres es rico, y la ciudad y su región lo honrarán” . Como guardián de la fe, ejercía el poder pastoral. Actuaba libremente como representante visible de la Iglesia. Poseía el don de la persuasión.

El poder divino se desplazaba a un poder centrado en el obispo que actuaba como intermediario entre la comunidad cristiana y la divinidad. El obispo se personificó en un “Holly Man”, hombre santo y sagrado, que intervenía en la mediación de los litigios en su calidad de patrono local.

En la Antigüedad Tardía, en Pompaelo, nació Fermín (Firminus), hijo de Eugenia y del prócer Firmus .

Se convirtió a la fe cristiana por las predicaciones de San Honesto de Nimes y San Saturnino, quien lo bautizó: “Aquí está el pozo con cuya agua, según tradición, bautizó San Saturnino a los primeros cristianos en esta ciudad”.

Fue educado por San Honesto de Nimes. En Toulouse estudió y se ordenó sacerdote. A los 24 años fue consagrado obispo de Irunia, primer obispo, por San Honorato de Toulouse.

En Pamplona permaneció unos años. Después fue destinado a la evangelización de las Galias: Agen, Beauvais y Amiens, donde le decapitaron por causa de Cristo la noche del 25-IX-303 , su dies natalis.

No desistió de sus convicciones. Actuó sin miedo. Diocleciano imperaba en Roma. El senador Faustiniano recogió sus restos y los sepultó en Abladene, en las proximidades de Amiens.

San Salvio, obispo de Amiens, encontró su sepultura en el año 615, guiado por un rayo de luz. La primera reliquia llegó a Pamplona en 1186, siendo obispo Pedro de París. San Fermín no ha permanecido en el olvido, porque los pamplonicas le rindieron y rinden culto admirativo al menos desde el medievo.

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El Hermano Asno

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