“Galileos, ¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse” (Hech 1,11). Esta lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles nos recuerda una tentación que debieron de padecer las primeras comunidades cristianas.
Ante las mil dificultades internas de cada día y ante la difamación y la persecución que venían del exterior era inevitable volver la vista atrás y situarse en la nostalgia. Seguramente eran muchos los hermanos que, a fuerza de mirar al cielo, ignoraban o pretendían olvidar los desafíos que se les planteaban en este suelo.
En el salmo responsorial repetimos hoy que “Dios asciende entre aclamaciones; el Señor al son de trompetas” (Sal 46,2-9). Está bien proclamar su gloria, con tal de que no apartemos la vista de las demandas que nos vienen de toda la tierra.
Que Dios ilumine los ojos de nuestro corazón para que podamos comprender la esperanza a la que nos llama cada día (Ef 1,17-23).
EL ÚLTIMO ENCARGO
El texto evangélico que se proclama en esta fiesta de la Ascensión del Señor nos recuerda el último encargo que Jesús nos dejó: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15).
• “Ir al mundo entero” es más que una amable invitación. Es el legado de un testamento. Es una orden que nos exige salir de nuestra comodidad para afrontar el riesgo de los caminos y llegar a las últimas periferias.
• “Proclamar el Evangelio” no justifica arrogarnos el papel de los nuevos inquisidores, tan de actualidad en la sociedad civil de nuestro tiempo. Se nos ha confiado una “buena noticia”. ¡Y hay de nosotros si no la comunicamos de forma tan creíble como amable!
• Llevar esa noticia “a toda la creación” nos exige superar nuestra comodidad. Es fácil pescar pececitos en una pecera. Pero es preciso hacerse a la mar. Y presentar el Evangelio a los que no quieren oírlo, a los que ya lo han olvidado y a los que dicen conocerlo de sobra.
LA MISIÓN Y LOS SIGNOS
Además del encargo del Maestro, el evangelio de Marcos incluye una nota sobre la fidelidad con la que sus discípulos lo cumplieron: “Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la palabra con los signos que los acompañaban”.
• Salir a proclamar el Evangelio de Jesús no es un ejercicio deportivo ni un proyecto para ganar méritos sociales. Esa es nuestra misión y aun el premio de nuestra misión.
• Con mucha frecuencia nos sentimos débiles e indefensos ante las dificultades. Pero no podemos olvidar que nuestro Maestro y Señor camina con nosotros.
• Dicen que no hemos ayudado a la humanidad. No es verdad. Al anuncio del Evangelio acompañan la promoción de la cultura y, sobre todo, la compasión hacia los más necesitados.
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