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La unidad de los cristianos – San Cipriano de Cartago (siglo III)

Nos habla Cipriano de Cartago. Siglo I. Los primeros cristianos están dispuestos a dar su vida por la unidad de la Iglesia. Se esfuerzan por mantener unido el rebaño de Cristo, que empieza  a verse atacado y zarandeado por herejías, infidelidad, etc.

TEXTOS DE LOS PRIMEROS SIGLOS SOBRE LA UNIDAD DE LA IGLESIA

1. Este misterio de la unidad, este vinculo de concordia indisoluble, se pone de manifiesto cuando en el evangelio no se descose ni se desgarra en manera alguna la túnica del Señor, sino que la recibe íntegra y la posee intacta e indivisa quien, después de echar suertes sobre ella, se ha vestido de la prenda de Cristo. La túnica significaba la unidad que proviene de arriba, es decir, la que viene del cielo y del Padre, que no puede de ningún modo ser partida por el que la recibe y la posee, sino que la adquiere total y firmemente indisoluble. (SAN CIPRIANO DE CARTAGO, De la Unidad de la Iglesia, 7)

2. Ciertamente los demás apóstoles eran lo que era Pedro, pero el primado es dado a Pedro a fin de que quedase patente que hay una sola Iglesia y una sola cátedra. Todos son pastores, pero queda patente que uno sólo es el rebaño, que es apacentado por todos los apóstoles con unanimidad de sentimientos… El que abandona esta cátedra de Pedro, sobre la cual está fundada la Iglesia, ¿puede creer que está todavía en la Iglesia? ¿El que se rebela contra la Iglesia y se opone a ella, puede pensar que está en ella? (…) Esta unidad hemos de mantener y vindicar particularmente aquellos que estamos al frente de la Iglesia como obispos, mostrando con ello que el mismo episcopado es uno e indiviso. (SAN CIPRIANO DE CARTAGO, Sobre la unidad de la Iglesia católica, 4, 7)

3. (San Cipriano de Cartago…) No se cansa de repetir que «quien abandona la cátedra de Pedro, sobre la que está fundada la Iglesia, se queda en la ilusión de permanecer en la Iglesia» («La unidad de la Iglesia católica», 4). Cipriano sabe bien, y lo dijo con palabras fuertes, que «fuera de la Iglesia no hay salvación» (Epístola 4,4 y 73,21), y que «no puede tener a Dios como Padre quien no tiene a la Iglesia como madre» («La unidad de la Iglesia católica, 4). Característica irrenunciable de la Iglesia es la unidad, simbolizada por la túnica de Cristo sin costura (ibídem, 7): unidad que, según dice, encuentra su fundamento en Pedro (ibídem, 4) y su perfecta realización en la Eucaristía (Epístola 63,13). «Sólo hay un Dios, un solo Cristo», exhorta Cipriano, «una sola es su Iglesia, una sola fe, un solo pueblo cristiano, firmemente unido por el cemento de la concordia: y no puede separarse lo que por naturaleza es uno» («La unidad de la Iglesia católica», 23). (BENEDICTO XVI, presenta a San Cipriano de Cartago, 6 junio 2007)

4. Tanto para ellos (los santos del cielo…) como para nosotros significa una gran alegría poder llegar a su presencia y abrazarlos; la felicidad plena y sin termino la hallaremos en el reino celestial, donde no existirá ya el temor a la muerte, sino la vida sin fin. Allí esta el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas, la innumerable muchedumbre de los mártires, coronados por el glorioso certamen de su pasión; allí las vírgenes triunfantes, que con el vigor de su continencia dominaron la concupiscencia de su carne y de su cuerpo; allí los que han obtenido el premio de su misericordia, los que practicaron el bien, socorriendo a los necesitados con sus bienes, los que, obedeciendo el consejo del Señor, trasladaron su patrimonio terreno a los tesoros celestiales. Deseemos ávidamente, hermanos muy amados, la compañía de todos ellos. (SAN CIPRIANO DE CARTAGO, Tratado sobre la muerte, 18, 24)

 Del libro:
ORAR CON LOS PRIMEROS CRISTIANOS
Gabriel Larrauri (Ed. Planeta)

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