“No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».
Con estas palabras un ángel anunció a los pastores el nacimiento del Salvador, según el Evangelio de Lucas (Lc 2,8-20). Fueron precisamente ellos los primeros en llegar a Belén y adorar al Niño Jesús acostado en un pesebre. El 29 de diciembre, la Custodia de Tierra Santa recuerda este episodio evangélico con una celebración en el santuario que hoy se alza en el pueblo de Beit-Sahour, a tres kilómetros al sureste de Belén, en el lugar identificado por la tradición como el campo de los pastores.
La aldea árabe de Beit-Sahur, que se alza en medio de los campos de Booz citados en el libro de Ruth (Rt 3,5), se ha identificado tradicionalmente con el Campo de los pastores, es decir, el lugar donde los ángeles anunciaron el nacimiento de Jesús a los pastores.
Normalmente, un centenar de personas participan en la solemnidad de la aparición de los ángeles a los pastores, pero debido a las restricciones por la pandemia del Covid-19, este año solo pudo estar presente un pequeño grupo de fieles. “Nos visitaron para la misa el párroco de la iglesia latina de Belén, fray Rami Asakrieh, y algunos otros miembros de la comunidad local – explicó fray José María Falo Espés, guardián de la fraternidad franciscana del campo de los pastores –. También el 24 de diciembre fuimos una pequeña comunidad de unas treinta personas, con la misa de medianoche presidida por el nuncio apostólico en Israel y Palestina, monseñor Leopoldo Girelli”.
Fue, por tanto, una noche de Navidad diferente en el santuario de Beit Sahour, donde en años anteriores los grupos de peregrinos se alternaban continuamente para celebrar en la capilla y en las grutas naturales. “Este año, solo teníamos cuatro misas reservadas para unas cien personas, entre religiosos locales y grupos de cristianos que viven en Tierra Santa”, continuó fray José.
El santuario estuvo cerrado desde marzo hasta finales de mayo, mientras que ahora tiene un horario reducido (de las 9 a las 12 de la mañana), y cierra el viernes y el sábado para respetar las disposiciones locales. A pesar de la ausencia de peregrinos, la vida en Beit Sahour continúa: “Actualmente nuestra comunidad está formada por tres frailes. No sabemos cuándo volveremos a abrir todo el día como antes de la pandemia, pero mientras tanto seguimos con nuestra vida de fraternidad y trabajamos para que todo esté preparado para cuando la gente vuelva a visitar el santuario y a rezar”. Sus jornadas, por tanto, están marcadas por la acogida a los escasos fieles, el mantenimiento del jardín y del convento y los momentos de oración.
“Que la esperanza que todo el mundo ha puesto en la vacuna sea una esperanza real para que se pueda volver a la vida normal”, desea el guardián del convento franciscano de Beit Sahour.
El lugar es destino de peregrinaciones desde hace siglos y las grutas naturales que se encuentran allí en el pasado se usaban con certeza como refugio de pastores. Algunos hallazgos arqueológicos encontrados (piezas de cerámica de la época herodiana y monedas de la época de los primeros procuradores romanos y de la Primera Guerra Judía) demuestran que la colina ya estaba habitada en tiempos de Jesús. San Jerónimo ya hablaba del campo de los pastores en el siglo IV, llamándolo Migdal Eder, torre del rebaño. El obispo Arculfo, en el siglo VII, recuerda la presencia de los sepulcros de tres pastores en una iglesia existente, destruida antes de la llegada de los cruzados, pero que siguió siendo destino de peregrinos.
El territorio fue adquirido por los franciscanos a principios del siglo XX, pero solo entre 1951 y 1952 el padre Virgilio Corbo llevó a cabo excavaciones arqueológicas sistemáticas. Se hallaron restos de un asentamiento agrícola del siglo primero y de un monasterio bizantino, que floreció entre los siglos cuarto y octavo.
En 1954, los franciscanos, con la colaboración de benefactores canadienses, construyeron la capilla Sanctorum Angelorum ad Pastores, diseñada por el famoso arquitecto Antonio Barluzzi. La particular forma de la cúpula quiere recordar aún hoy a todos los peregrinos la tienda de los pastores, que fueron los primeros en recibir el anuncio del nacimiento del Salvador.
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