La enorme mediatización del fenómeno Thumberg, tan denostado como elogiado, contrasta enormemente con las acciones que desde hace décadas han venido realizándose desde otras instancias a las que no se ha prestado igual atención teniendo todas ellas en común la llamada al cuidado del medio ambiente. Así, merece la pena resaltar la llevada a cabo por la Iglesia Católica en numerosas conferencias, encíclicas o discursos desde antes de PabloVI[1] hasta el Papa Francisco. Sin pretender generalizar respecto a la conducta de los medios de comunicación, es un hecho objetivo la diferencia existente entre la atención prestada por éstos hacia Greta Thumberg y la escasa repercusión de las acciones de los Papas que merece la pena dar a conocer por la profundidad de éstas a diferencia de lo ocurrido con la joven sueca.
Desde que en el seno de la Organización de Naciones Unidas (ONU) se impulsase la celebración de Jornadas Mundiales sobre el Medio Ambiente, la participación de los máximos representantes de la Iglesia Católica fue activa y en el Mensaje de Su Santidad Pablo VI sobre el Medio Ambiente con motivo de la I Conferencia llamaba la atención sobre la relación entre el progreso técnico y científico y su repercusión en un mundo globalizado sobre la naturaleza: “¿cómo ignorar los desequilibrios provocados en la biosfera mediante la explotación, sin orden, de las reservas físicas del planeta, incluso con la finalidad de producir cosas útiles, así como, el derroche de las reservas naturales no renovables, la contaminación del suelo, del agua, del aire, del espacio, con sus atentados a la vida vegetal y animal?”.
En la Carta Apostólica de 14 de mayo de 1971 Octogesima Adveniens dirigida al Cardenal Maurice Roy con ocasión del 18º aniversario de la Encíclica Rerum Novarum dedica un apartado especial “medio ambiente” En la misma podemos leer y comprobar su preocupación por la explotación imprudente que no conduce sino a que la naturaleza sea destruida siendo el hombre autor y víctima. Junto a ello advierte: “No sólo el ambiente físico constituye una amenaza permanente: contaminaciones y desechos, nuevas enfermedades, poder destructor absoluto; es el propio consorcio humano el que la persona no domina ya, creando de esta manera para el mañana un ambiente que podría resultarle intolerable. Problema social de envergadura que incumbe a la familia humana toda entera.”.
Karol Józef Wojtyła no fue ajeno a la amenaza sobre el medio ambiente. Adjetivó la “crisis ecológica” como crisis moral. Su Mensaje “the ecological crisis: a common responsibility “escrito el 8 de diciembre de 1989 para la celebración de la XXIII Jornada Mundial para la Paz de 1 de enero de 1990, comienza haciendo referencia a que uno de los factores que amenazan la paz mundial es la “falta de respeto a la naturaleza”, cuestión ligada a los valores éticos de la sociedad
El cardenal Ratzinger “en la Encíclica Caritas in veritate subrayó que el desarrollo humano integral está estrechamente relacionado con los deberes que se derivan de la relación del hombre con el entorno natural, considerado como un don de Dios para todos, cuyo uso comporta una responsabilidad común respecto a toda la humanidad, especialmente a los pobres y a las generaciones futuras”. Evoca las palabras de Leon XIII y de Juan Pablo II cuando recuerda que en la (encíclica) Rerum Novarum señaló que «debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, [el hombre] corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación». Bastante desconocido es que el Papa Benedicto colocó paneles solares sobre el Hall Pablo VI del Vaticano, que cultivó cientos de acres de bosques climáticos en Bükk en Hungría o que contrató un “papamóvil” híbrido. En Per una Ecología dell’Uomo escrita en 2012 reeditada en inglés bajo el título The Garden of God: Toward a Human Ecology”, se refiere en la primera parte del libro al Amazonas: “a Fountain of Life” o al Ártico: “mirror of Life”, en la segunda, el desastre de Chernobyl.
La amenaza, la degradación del llamado “pulmón de la tierra”, la Amazonía, ya era objeto de enorme preocupación por parte de la Iglesia Católica, además de por las serias y graves repercusiones sobre la población indígena que habita en la zona: sus vidas se ven afectadas por la explotación abusiva de los recursos naturales del bosque amazónico como tiempo después el actual Pontífice Francisco I pondrá de relieve en su “Querida Amazonía” y antes en Laudato Si.
Creemos que motivos comerciales (¿qué vende más?) e ideológicos (¿” interesa” destacar el papel de la Iglesia Católica?) explican esta falta de atención a la contribución y a la constante llamada por la preservación del medio que nos rodea. Por ahora -por razones de espacio- no podemos traer más a colación, pero hemos dejado señalados algunos de los escritos que conviene conocer. Un deber nos queda: el de intentar llenar estas lagunas. Valga este pequeño comentario como aportación en tanto seguimos acabando un trabajo expresamente sobre esta cuestión en el que intentamos demostrar la enorme labor de aquélla, digna de elogio a la vez que tratamos de profundizar en las causas que han llevado a silenciar su obra.
Mª del Ángel Iglesias es profesora del seminario “Conflictos y Crímenes Internacionales” de la Escuela de Humanidades de UNIR.
[1] Tomamos a SS Pablo VI como punto de partida ya que fue durante su Papado cuando comienza a gestarse la creación de un derecho internacional sobre el medio ambiente. Como mencionaremos después, la llamada a la concienciación es resaltada por algunos autores con respecto a Juan XXIII y otros antecesores.
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