Trabajó enérgicamente en la extinción de los últimos restos del cisma oriental de palabra y con sus escritos. Por los que se han conservado se ve que las luces de su inteligencia igualaban a su celo de apóstol.
Sus Cartas tratan de las disputas que se suscitaron en su tiempo sobre la Encarnación. Algunas de sus Homilías son un elogio acabado de la Virgen y de su maternidad divina; las demás hablan principalmente de Jesucristo, de sus misterios y de las fiestas más notables, Su estilo es conciso y sentencioso; abundan también los pasajes oratorios y espirituales.
En el último año de su episcopado (447) se introdujo el Trisagio en la liturgia. Los orientales le atribuyen la revisión definitiva de la liturgia de San Juan Crisóstomo, en Constantinopla.
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