La mención del Santo mártir Severino en el Martirologio Romano de 1930, con fiesta el 8 de noviembre, y su descripción como soldado romano martirizado bajo Diocleciano –cuyas reliquias se conservaron en unas catacumbas romanas–, parece asociada a los cuatro mártires romanos de la Via Labicana.
El culto de estos Cuatro mártires se perdió, mezclado, desde los ss. VI/VII, con la memoria de los santos mártires de Panonia (los famosos “Cuatro Coronados” de la basílica del Monte Celio, tan próxima a la Via Labicana), cuyos restos habrían sido trasladados a Roma con ocasión de las invasiones bárbaras y cuyo culto había prosperado en la Urbe a partir del final del siglo V y a lo largo del VI.
Esa asimilación de cultos explicaría el nombre de Severino: sería el equivalente de Severiano, nombre que se atribuía a uno de los mártires de Panonia (tomado, a su vez, a partir del siglo VII, de uno de los componentes de otro grupo de “cuatro mártires”, en este caso de Albano).
Tal enredo en el Martirologio entre los “Cuatro Coronados” de Panonia (que luego resultan ser cinco), los cuatro mártires romanos de la Via Labicana y los cuatro mártires de Albano ha suscitado innumerables estudios históricos y hagiográficos desde inicios del siglo XX.
De este modo ha sido posible reconstruir, con bastante certeza, los nombres de los mártires de Panonia (los que hoy figuran en el Martirologio con fiesta el 8 de noviembre) y de Albano (cuya memoria se celebra otro día), y ha quedado confirmada la pérdida del recuerdo de los nombres de los cuatro mártires romanos de la Via Labicana, lo que ha conllevado su salida del Martirologio Romano en la última edición.
Como se sabe, los sucesivos Martirologios Romanos del siglo XX han ido experimentando cambios, para poder acoger paulatinamente el fruto de los estudios históricos.
Probablemente, el san Severino mártir cuyos restos concede Gregorio XVI a la iglesia napolitana de los Santos Francisco y Mateo y que el cardenal Marcello Mimmi entrega al Opus Dei en 1957, es uno de los santos mártires romanos de la Via Labicana, cuya memoria, durante siglos, se celebró unida a la de los mártires de Panonia, el 8 de noviembre, y cuyos nombres se desconocen.
Los cuatro mártires de la Via Labicana
En ese caso, habría que situar en el antiquísimo culto romano a los cuatro mártires de la Via Labicana la fuente de la que proceden los datos sobre un soldado mártir de la persecución de Diocleciano atribuidos a san Severino, así como la fecha del 8 de noviembre como su dies natalis.
El nombre de Severino sería fruto de su asociación al culto romano a los “Cuatro Coronados”, uno de los cuales, como se ha indicado, era venerado con el nombre de Severiano. Con el tiempo, sin embargo, en la basílica del Celio dedicada a estos mártires su culto se iría olvidando: de hecho, era casi inexistente en el siglo XIX, cuando el papa Gregorio XVI concedió las “reliquias de san Severino” a Nápoles.
Determinar ahora si, en el caso de que procedieran del Celio, las reliquias de san Severino corresponderían a uno de los “Coronados” o a uno de los mártires de la Via Labicana es casi imposible, aunque todo indica que, en el momento en que Gregorio XVI las entregó –olvidado el culto a los mártires de la Via Labicana–, Severino era el nombre atribuido a uno de los mártires de Panonia y no al mártir romano.
Si se demostrara que las reliquias no proceden del Celio, sino que Gregorio XVI las tomó directamente de las catacumbas, habría que concluir que la identificación de ese “Severino” con el de la fiesta del 8 de noviembre es puramente casual y que, por lo tanto, no es posible atribuirle ni un nombre ni una historia.
Entre los siglos XVII y XIX era frecuente tomar restos de las catacumbas (considerados todos de mártires) y atribuirles arbitrariamente un nombre. La Congregación para el Culto divino y la Disciplina de los Sacramentos, al insistir en recordar el 8 de noviembre como día de la celebración de san Severino, ha querido apostar por su vinculación con la antiquísima tradición de los cuatro mártires de la Via Labicana, celebrados durante siglos en esa fecha.
Solo nos queda esperar que las anteriores consideraciones animen a algún historiador o liturgista a realizar una investigación científica más amplia y profunda sobre el tema.
Juan Miguel Ferrer
Post A Comment:
0 comments: