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San Frumencio, evangelizador y primer obispo de Etiopía – 27 octubre

En Abisinia se le recuerda con el nombre de “Abba Salama”, “Padre de la Paz”. Es considerado uno de los primeros misioneros del África negra.

En tiempos del emperador Constantino, un anciano preceptor, llamado «filósofo» por el historiador Rufino, regresaba a Tiro de un viaje a la India, siguiendo las costas de Africa. Lo acompañaban dos jóvenes discípulos, Edesio y Frumencio.

Durante una escala de la nave en el puerto de Adulis una banda de etíopes asaltó la embarcación y mató a todos los pasajeros menos a Edesio y Frumencio. Se cuenta que en el momento de la matanza los dos muchachos se encontraban debajo de un árbol, dedicados a la lectura de un libro.

Llevados como esclavos a la corte de Axum (lugar que aún existe en el Tigré, al norte del país, no lejos de Asmara), se hicieron querer del rey Eskendi, que los tuvo a su servicio: a Frumencio como secretario y a Edesio como copero.

A la muerte del rey Eskendi, mientras el heredero llegaba a su mayor edad, ejerció el poder la reina, que le había confiado a Frumencio la educación de su joven hijo.

Eskendi se convirtió al cristianismo antes de morir, y su hijo y sucesor, Ela-San, fue más lejos aún: se construyó una iglesia, se entablaron negociaciones con mercaderes cristianos y quiso también ser alimentado con aquel Pan del Cielo de que le hablaba el misionero blanco.

Fue durante este período cuando los dos, que habían establecido contactos con los comerciantes greco-romanos, obtuvieron de la reina el permiso para construir una iglesia cerca del puerto. Este fue el primer germen de cristianismo, que se desarrolló rápidamente.

Edesio y Frumencio pidieron y obtuvieron el permiso para regresar a la patria. Edesio fue a Tiro, en donde encontró a Rufino, el futuro historiador, a quien le narró su historia.

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En cambio, Frumencio se fue para Alejandría de Egipto a encontrar al gran obispo Atanasio y proponerle que enviara a Etiopía a un obispo y a un grupo de misioneros.

Atanasio escuchó con vivo interés la narración y luego resolvió consagrar obispo al mismo Frumencio y volverlo a mandar a Etiopía con algunos misioneros.

Frumencio fue recibido cordialmente por el amigo rey Ezana, que fue de los primeros en adherirse al Evangelio y con él casi todos sus súbditos.

Frumencio, llamado por los etíopes «Abba Salama», “Padre de la Paz”, es considerado uno de los más grandes misioneros cristianos y uno de los más afortunados sembradores de la buena noticia, si consideramos la extraordinaria mies que produjo a través de los siglos esa primera siembra, favorecida por el amor al estudio.

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El Hermano Asno

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