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Hospitalidad y promesas Lc 10,38-42 (TOC16-19)

 “Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo” Con estas palabras se dirige Abrahán a los tres peegrinos que han llegado hasta su tienda, allá en el encinar de Mambré (Gén 18,1-10). La proverbial hospitalidad de los beduinos se convierte en oración en sus labios.  Una petición que puede inspirar a todos los creyentes.  
Pero el texto no solo se hace eco de la súplica del nómada. Recoge también la promesa que formula uno de los peregrinos que han sido acogidos por él: “Cuando vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo”. Una promesa que revela el carácter divino de aquellos mensajeros. 
El salmo responsorial se hace eco de esta escena  bíblica y nos invita a repetir: “Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?” (Sal 142,2). La respuesta del salmo es una memoria de virtudes que predisponen a la persona para encontrarse con los demás y con el mismo Dios.

LA INDIFERENCIA DE JESÚS
También en el evangelio que hoy se proclama encontramos una escena de hospitalidad. Mientras va de camino, Jesús se detiene en una aldea. Una mujer llamada Marta le ofrece hospitalidad en su casa y se precocupa de servirle. Mientras tanto, su hermana María se sienta a los pies de Jesús y escucha su palabra (Lc 10,38-42).
Marta se queja ante Jesús de que su hermana la deje a ella sola ocuparse de las atenciones que requiere la hospitalidad: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano”.
 Naturalmente esa interpelación que brota de los labios  de Marta puede ser interpretada como una doble acusación. Marta está incómoda por la actitud de María. Pero, de paso, considera que Jesús no hace bien en ignorar aquella situación. Cabe todavía preguntarse si esta doble acusación se debe al cansancio o tal vez a un ataque de celos.
Durante una tempestad en el mar, los discípulos se habían dirigido a Jesús con una fórmula muy semejante: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” (Mc 4,38). El escenario es muy diferente. Pero el lamento es muy semejante. En un caso y en otro late la inquietud por la aparente indiferencia de Jesús ante la situación de la persona.


LAS OCUPACIONES Y EL SENTIDO
Ahí queda la pregunta. Pero también nos interesa escuchar la doble respuesta que Jesús dirige a Marta. 
• “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas: solo una es necesaria”. Esta observación va dirigida a toda la Iglesia, que parece demasiado empeñada en multiplicar su actividad. Pero es válida también para una sociedad que pone todo su afán en las ocupaciones  terrenas, mientras se olvida de considerar el sentido que encierran.
• “María ha escogido la mejor parte, y no le será arrebatada”. Esta segunda manifestación de Jesús se dirige de nuevo a la Iglesia, llamada a escuchar la palabra del Señor. Pero interpela también a una sociedad que persigue a los creyentes y desprecia sus creeencias, sus símbolos y sus ritos. 


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El Hermano Asno

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