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El viento y el mar Mc 4,35-40 (TOB12-15)

“Hasta aquí llegarás y no pasarás, aquí se romperá la arrogancia de tus olas”. Con esas órdenes terminantes Dios ha puesto límite a los mares, según él mismo recuerda a Job (Job 38,11). Pero ¿por qué mencionar la bravura del mar?
Como se sabe, según el libro bíblico, Job es un hombre bueno. Ha cumplido la ley del Señor y espera que Dios recompense su fidelidad. Lo que no se espera son los desastres que le sobrevienen de pronto, incluida la muerte de sus hijos y su propia enfermedad.
Los amigos parecen venir a consolarle, pero no hacen más que repetirle la tesis tradicional. Dios premia a los buenos con bienes y castiga a los malos con males. Si a Job le han caído tantos desastres es señal de que ha sido un malvado. Job se subleva y desafía al mismo Dios.
Dios acude a la llamada para recordarle que sólo Él puede frenar la fuerza de los mares. Si Job no conoce los secretos de la naturaleza ni tiene fuerza para dominar a la creación, ¿cómo pretende conocer el misterio de la retribución? Haría bien en callarse. Y eso es lo que hace Job.
 
LAS PARADOJAS

En el evangelio de hoy aparece también el mar. Un vendaval lanza unas olas tan grandes que el agua va llenando la barca, en la que navegan los discípulos, llevando a Jesús a bordo (Mc 4, 35-40).  Este relato tan conocido presenta algunas paradojas.
 • Los discípulos han obedecido la indicación de Jesús de pasar a la otra orilla del lago. Pero la obediencia al Maestro y la misión a la que les ha llamado no les ahorran los riesgos y el peligro de hundirse en el mar.
• Jesús ha mostrado su poder contra los demonios. Y mostrará ahora su dominio de los vientos y los mares. Pero ahí está en la barca, dominado por el cansancio y por el sueño. Evidentemente su fuerza se manifiesta precisamente en su debilidad.
• Los discípulos han seguido a Jesús. Y, dominados por el miedo son capaces de pedirle ayuda. Pero el Maestro no deja de reprocharles su cobardía y su falta de fe. Es claro que la fe se presenta como el puente que nos ayuda a pasar del miedo a la confianza.

LAS PREGUNTAS

Este relato evangélico parece girar en torno a dos preguntas que brotan espontáneas de la boca de los discípulos de Jesús:
•  “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” En la pregunta se esconde ya la respuesta. Es claro que a Jesús sí le importan sus discípulos. Los ha elegido personalmente. Y presta atención a sus problemas y dificultades. Al Señor la preocupa siempre la suerte de sus seguidores. Esta es la pregunta de la desconfianza por parte de los seguidores de Jesús.
• “¿Pero quién es éste a quien el viento y las aguas obedecen?”  También en esta pregunta se incluye la respuesta. Jesús es un hombre en quien se hace presente la fuerza del Dios que había puesto fronteras a los mares. Esta es la pregunta que revela el camino que conduce a la fe y al testimonio de la fe en el enviado por Dios.
Así pues, los seguidores de Jesucristo hemos de saber que la fe no va ahorrarnos las dificultades y los riesgos. Pero, aun en medio de las dificultades, hemos de comportarnos con la confianza y la esperanza que brotan de la fe.
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Hermanos Franciscanos

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